
Lina, negra como el carbón, y Diana, la cimarrón, eran dos perritas en busca de amor, en un refugio, esperando con fervor.
¿Quién vendrá a jugar? ¿Quién nos querrá adoptar? Se preguntaban cada día, con la cola moviendo, llenas de alegría.
“¡Juntas siempre estaremos, pase lo que pase!” Ese era su lema, su eterno enlace.
Un día llegó Daniel, con sombrero de paja, e Inés, con una risa que nunca se baja. “¡Miren esas perritas, tan llenas de vida!” dijo Inés, y Lina brincó enseguida.
Diana, con su pelaje de cimarrón, se acercó a Daniel con un ladrido de emoción. Él rió fuerte, ¡qué gran melodía! ¿Será este el día que tanto querían?
“¡Juntas siempre estaremos, pase lo que pase!” Cantaban en coro, sin un desenlace.
Pero Lina y Diana tenían un temor, de ser separadas, ¡qué gran horror! ¿Ustedes también temen que eso pase? ¿Les gustaría vivir siempre en la misma base?
Inés y Daniel, con un guiño sabio, dijeron: “Las queremos a ambas, eso es claro”. Así que las perritas, con saltos de felicidad, se unieron a su nueva familia, ¡qué bondad!
Jugaron en el parque, rodaron en el césped, y por la noche, bajo una manta, durmieron al revés. ¿Qué les parece, no es esto genial? Dos amigas y un hogar, ¡qué final tan especial!
Y así, Lina y Diana encontraron su hogar, con Daniel e Inés, nunca más solas estarán. Así que recuerden, siempre es bueno confiar, porque al final, el amor siempre nos va a abrazar.